Acércate.

Recuerda que el problema con la locura es que ya no es vista como una virtud.


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diciembre 09, 2020

Prosa: Rara

Anteriormente ya había platicado de mi diagnóstico, ahora bien, cuando llego a comentarles a las personas acerca de esto, por lo general sucede de dos maneras; o no pueden hacerme encajar en su idea de lo que es el autismo/asperger y rechazarlo por completo, o me tachan de "rara necesitada de atención" y lo dejan ahí.

Sin embargo, esto explica mi falta de contacto constante, mi dificultad para ver a los ojos, explica mi monólogo sobre las cosas que me interesan, explica por qué en ocasiones sociales me muevo por una habitación como un engranaje suelto en una máquina: me engancho, me atasco en algunos lugares, choco contra esto y aquello antes de arrinconarme y quedarme allí.

Esas son algunas de las cosas sobre mí que puedes ver. Lo que no puede ver son los otros "bits"; mis problemas con la función ejecutiva que va de la mano con mi problema para responder algo sin antes haber hecho todo un mar de análisis y conjeturas, mi batalla interminable con la literalidad, mi lectura de labios sobre el procesamiento auditivo, mis problemas sensoriales, mi ansiedad social, mi afinidad con las letras y el cine, mi gusto desmedido por los búhos, Harry Potter y las luces parpadeantes, y así sucesivamente.

En esta entrada me dedicaré a hablar de un tema bastante sensible, mi dolor. Nunca he sido buena para comunicar mi dolor. Es una gran debilidad. Soy malísima pidiendo ayuda, soy terrible para comunicarme contigo, y soy peor cuando estoy distraída por la incomodidad física y la sobrecarga sensorial.

Algunas veces me han dicho que estoy bien "entrenada". Que enfrento bien las situaciones estresantes, cuán bien soporto la conmoción y el dolor. No porque lo haga, sino porque comunico estas cosas de manera diferente. Me contengo, me contengo mucho y en gran parte se debe a mi ansiedad social.

¿Qué es el dolor? ¿Cómo se cuantifica? ¿Cómo te enteras de cuánto o qué tan pequeño eres?

Soy autista, asperger o TEA (como gustes llamarlo), lo que significa que tengo una condición y dificultades en mi comunicación social, es decir que no entiendo de forma natural o intuitiva (quizás lo más importante) como comunicarme con los demás.

No lo negaré, la mayoría de las ocasiones puedo hacerlo todo. He aprendido tus formas, tus movimientos, aunque es posible que no entienda por qué esta pregunta necesita esta respuesta, pero sé lo suficiente como para de igual forma decirla. Hay día en los que sé cómo interpretar tu lenguaje corporal, cómo ubicar tu entonación, cómo hacer gestos o cómo colocar mis expresiones. Estoy tan bien entrenada, que ya es una habilidad tan usada que podría pasar desapercibida y solo darte la imagen de una persona boba o torpe.

A menos que tenga dolor. El dolor desaparece todo mi entrenamiento. Borra mi capacidad de lectura, de concentración, de memoria y borra mi capacidad de mostrar expresiones.

Es como si el dolor destruyera mi capacidad de comunicarme como una no autista. ¿Por qué? Porque ocupa demasiado espacio.

Imagina que eres capaz de hablar bien otro idioma porque has practicado mucho. No lo hablas de forma fluida, tienes que pensar en cada palabra, pero puedes hablarlo. Ahora imagina que te sientes mal y necesitas decírselo a alguien, pero solo puedes hacerlo en ese idioma. ¿Qué tan difícil sería encontrar las palabras? Si te lastimas, ¿serás capaz de pensar lo suficientemente rápido como para decir la palabra correcta, o responderías de forma automática en tu lengua materna?

Cuando siento dolor, mis expresiones caen, mi entonación "cotorra" se vuelve baja y plana, mi cara en blanco, mi cuerpo rígido, mi mirada se aparta aún más de los demás. Cuando tengo dolor me vuelvo silenciosa y pasiva, y conectarme con otras personas parece un sueño lejano, un imposible.

Las palabras están en mi cabeza, pero lucho por que salgan. Hablar se siente raro y ajeno. Todas las formas en que sé pedir ayuda se me escapan de las manos y las miro mientras caen.

El dolor me vuelve "auténticamente" autista, me quita la máscara y mis conexiones. Me sienta; silenciosa y sola.

Te pongo un ejemplo. Puedes hacerme una pregunta en esos momentos para medir mi dolor, pídeme que dé un número del 1 al 10. La gran idea es que solo quieres saber qué tan malo es mi dolor: no soy una gran pensadora de forma natural. Ve cómo trato de encontrar la respuesta "correcta". No puedo ir demasiado lejos, ¿Qué tan fuerte es sentir que me desgarro por dentro? ¿Qué tan fuerte es un ataque al corazón? ¿Qué tan fuerte es el mayor dolor que puedo imaginar? O peor aún, ¿Cómo se cuantifica un dolor emocional?, ¿Cómo sé la intensidad de mi tristeza, de mi desesperación, de mi impotencia? Lo mejor es ser moderada. Lo mejor es decir que el mayor dolor que he experimentado es un 7, y esto está casi ahí, así que es un 6.

El panorama general es que quieren saber cuánto sufrimiento siento, pero no puedo ver eso sin mi filtro de comunicación en su lugar. Y entonces me dejarás con el segundo mayor dolor que jamás haya sentido, porque no puedo hablar tu idioma.

Poquísimas personas cercanas a mí, saben que cuando me quedo en silencio e inmóvil (aún con mis manos que muevo constantemente o juegue con mis muñecos), esos son los momentos en los que estoy en problemas. Entienden mi comunicación.

Si llego a llorar, me desbordo, lo hago profundamente y mis lágrimas fluyen sin parar; mi sollozo pareciera que nunca cesará, no importa el número que haya utilizado para medir mi dolor. Es incontrolable. Y es que a pesar de mi autismo/asperger, no soy el hombre de hojalata del mundo de Oz que busca desesperadamente un corazón, tengo uno y late tan fuerte como el tuyo.

Me preocupa que algún día estén cerca de mí personas que no lo entiendan. Las personas que piensan que el dolor se ve grande y fuerte, porque obviamente, no es pequeño, silencioso y lejano.

Cuando digo que encuentro algo difícil, no me digas lo fácil que es. Por favor, no me digas que tengo que hacerlo así o así. Nunca será fácil para mí. Siempre tomará tiempo y energía que podría gastarse en otra parte. Si encontraras difícil resolver un cubo rubik, jugar ajedrez o pasar un nivel de un videojuego, no te diría lo fáciles que son. No te diría que hagas esto o aquello. 

Por favor recuerda que no importa que tan genial parezca ser una de ustedes, no lo soy. Tu lenguaje no es mi idioma. Tu intuición no es mi intuición.

Y también recuerda que no siempre puedo comunicarme a tu manera. No siempre puedo hacer cosas por ti, a veces necesitaré más, a veces pediré ayuda en mi camino. La pregunta es, ¿tendrás la disposición para escucharme?


diciembre 01, 2020

Ficción: La espera

Él apresuró sus pasos, la tarde era fría con color a otoño, después de mucho tiempo de no verla por fin la encontraría.

Arribó a la estación de tren, ella aún no llegaba. Se sentó impaciente en una banca sintiendo correr lentamente los minutos. A su lado una señora de avanzada edad tejía con delicadeza una bufanda de estambre, con experiencia parecía entrelazar en sus manos días de vida y añoranza... también esperaba. No pasó mucho tiempo cuando un hombre de cabello cano y la ternura dibujada en las marcas que dejan los años se acercó a la señora, con un saludo cálido le dio su brazo como apoyo y así se alejaron. Él pensó si algún día se vería así junto a ella, venciendo el tiempo y esperándola siempre con los brazos llenos de tanto amor.

De pronto su corazón latió aceleradamente a lo lejos la vio, distinguió su silueta, era ella. La miró fijo y ella le sonrió con esa sonrisa inolvidable que le iluminaba el alma. La abrazó, ella apoyó la cabeza en su pecho escuchando el latir de ese corazón que adoraba tanto.

Caminaron, irían a tomar un café... que más daba si ya estaban juntos. Ella temblaba en sus brazos, él la protegía. Eran tan pocas las oportunidades para verse y tanto el amor que sentían. La tomó de la cintura y la besó con pasión, en un beso anhelado, prohibido, que esperó mil lunas e hizo ese momento perpetuo, tatuando dos corazones que no debían experimentar aquel incontenible sentimiento.

Había tanto por decirle, tanto por amarle y sin embargo sólo un par de horas pudieron robarle al día. No había tiempo, no había espacio, era una locura amarse pero lo hacían.

Era tarde, el momento de decir adiós llegó, ella tomó sus manos con la promesa de volverle a ver, él la abrazó sabiendo que no sería así, que aunque su corazón se quedaba con ella, ya el camino estaba trazado. La miró fijamente, profundamente y ella le sonrió con esa sonrisa encantadora. Él besó su frente y ella contuvo el llanto. Aquel momento quedaría eterno en su memoria sabiendo que su vida no le pertenecía, sabiendo que era imposible amar como le amaba, sabiendo que era quizá el último adiós.