Y así, sin darme cuenta, se me acabó el año. Un gran año.
Para el 2012 esperaba un año gris, innecesario y por demás
irrelevante. Y la vida nunca te da lo que quieres. Yo quería un amigo, y gané
un gran amor, yo quería soledad, y gané compañía incondicional, yo ansiaba
silencio y me inundó la música. Bien lo decían, si quieres resultados
diferentes, debes comenzar a hacer cosas diferentes.
Esperé mucho del 2013, realmente demasiado. Esperé ser
feliz, esperé fuera un año interesante, por lo menos novedoso. Y no hice más
que esperar, y esperar. Y lo único nuevo fue lo mismo de siempre; rutina.
A unos días de mi cumpleaños, decidí que la felicidad sería
un estado de ánimo, y no un objetivo futuro. Y me lo propuse. Y a días después
de mi cumpleaños, la vida me atravesó en el camino lo mejor que podría darme;
empatía, compañía y amor.
2013, un año difícil, aunque eso sí, con sus gratas
experiencias.
¿Qué más puedo decir?. Cosas que me hubiese gustado hacer y
no hice, cosas que hice y de las que ya no me puedo arrepentir. Como también
cosas muy divertidas y alocadas que me gusta recordar con gracia.
Como en un aeropuerto, gente nueva ha llegado y se ha ido.
Madurar es parte de ese ciclo: no apegarme a nadie que llegue, así como no
obligar a permanecer a quien ni siquiera quiere seguir siendo parte de ella.
La lucha sigue, para bien o para mal, sigue.
A los amigos y a los conocidos, les deseo un 2014 lleno de
fuerza vital para cumplir cada uno de sus objetivos, siempre y cuando sean en
provecho al progreso de la humanidad y para sí mismos. Bendiciones, amor y luz para todos ustedes.
Querido 2014, para ser feliz, sólo te pido salir bien de la universidad.