Una cosa es bien 'sabida', el progreso y la civilización van de la mano con la tecnología, nadie lo puede negar. Nuestra sociedad, la actual, se mueve en base a un riguroso régimen de condiciones sociales, económicas y cuanto se usé o conozca de tecnología. Vamos avanzando, como dirían
muchos especialistas. Educándonos, mirando hacia un futuro sin errores. Sin
embargo, olvidamos lo necesario, lo principal, lo básico, lo lógico, lo elemental, que si
bien es tan obvio, nos da lo mismo, porque siempre está ahí para nosotros, no pensamos en que se puede terminar.
Un defecto general de la humanidad es el egoísmo. Esto
lleva a la ignorancia, al olvido, al destierro.
Un día se terminará la comida.
Se terminará el agua.
Se secarán las tierras.
Morirán los animales.
Se extinguirá la Tierra.
Explotará el Sol.
Esos detalles mínimos, los olvidamos mientras
construimos mejores formas de realizar nuestras actividades.y facilitar nuestra vida
cotidiana. Nos embriagamos de comodidades. Independientemente de que olvidemos
estos detalles, estamos en un tiempo donde las mismas tradiciones impiden el progreso
intelectual, humano. Retrocedemos a la edad media.
Un ejemplo.
La corrida de Toros, más que una tradición es
una barbaridad digna del Coliseo romano. Cualquier tradición que implique lastimar a la naturaleza es sinónimo de retroceso.
Si bien avanzamos con la tecnología y nos eleva a un punto
de querer conquistar el Universo. También debemos conocer nuestros límites,
hasta donde debemos detenernos, que debemos rescatar, cambiar.
Qué triste que la vida se nos vaya en pensar en maneras más
simples de vivir, mientras el alimento se acaba, el agua se extingue. Un día va
a temblar y moriremos, tampoco pensamos en eso porque estamos aquí para vivir,
porque nosotros como humanos somos dignos de la vida, lo merecemos, porque
“pensamos”, construimos, hablamos, caminamos en dos patas y tenemos dedos
pulgares que nos hacen sostener cosas, inventar. Aunque en verdad nada nos afirme que somos únicos.
La tecnología es capaz de mejorar nuestra vida y nos dirige hacia el progreso. Sin embargo sólo quien tiene la posibilidad de pagarla puede progresar. Los que no, se
ajustan a lo que tienen y seguimos paralizándonos como sociedad.
La ignorancia va con la tecnología, con las tradiciones, con
la muerte. ¿Qué se puede hacer? Nada, por ahora nada, porque el mundo está en
manos de los poderosos, ya no hablemos de hombres, sino el poder en si, esa
sustancia que domina el cuerpo y hace que la sangre pierda consistencia y nos de un vuelco el cerebro. El
poder domina el mundo, sólo el mundo. Qué bien que la humanidad aún no logra
patentar su ignorancia, concretar viajes a la luna y de regreso, esos anhelados viajes al pasado
y de vuelta, viajes al infinito cosmos y entonces, todo estaría infectado de ese poder,
de esa vulgar necesidad de pensar en el “yo” de la perpetua agonía de la
ignorancia y el egoísmo.
El progreso depende del tiempo y también se estanca. Cambia
constantemente y no depende de un sector definido.
La naturaleza al contario, no es rentable, no es redituable,
no lleva a ningún progreso, está ahí, para gozo y beneplácito humano y aparte es un espectáculo hermoso. Todo lo
que en ella es, esta para servir. Aunque un día ella también ha de morir y con ella
también nosotros. Y ese es nuestro más grande regalo.