Siempre
me dijeron: no pienses tanto. Y lo hice: dejé de pensar en mis amigos, en las
cosas que hacía, las cosas que quería. La frustración y el desasosiego
desaparecieron en gran medida, y aunque el tiempo muerto se volvió productivo, surgieron nuevos traumas. Y aunque menos estresantes, igualmente me desubican
algunas cosas de la escuela. Ya no siento ser quien era, siento que no conozco
a quienes creo que son. ¿Qué hago? ¿Qué estoy haciendo? ¿Hacia dónde voy? y
¿Porqué voy? Son preguntas que se volvieron más insistentes en mi cerebro, me
han hecho sentir tantas cosas buenas y malas, que me siento Alicia esperando a
que la encuentren. Sentada en la piedra esperando por ser encontrada, sintiendo
la burlona sonrisa del gato a sus espaldas. Espero algo sin saber que es,
teniendo la fe de que lo sabré en cuanto lo vea.
Llegar
a este lugar y comenzar a escribir provoca una sensación de coladera
absorbiendo tus problemas, Es una catarsis, lo sé. Te detienes un momento a
mirar un poco, hay una imagen extraña de ti. Me duele mi estomago, quizás los
nervios que me provoca reencontrarme con una sola persona en el mundo ya
hicieron efecto, Comienzo a sentir celos. Siento un bochorno de sensaciones
asfixiantes, una marea de pesado lodo que te absorbe como arenas movedizas...
Siento la necesidad de aferrarme a algo para no caerme y siento el miedo que
provoca hacerlo. Quiero llorar del miedo, quiero escapar a algún lugar como mi
cama y cubrirme con las cobijas como cuando era pequeña. Y quiero... que no se
preocupen, estaré bien. Al final uno tiene que estarlo.
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